Este año hay muy poco que contar. Si bien tuve la oportunidad de participar como ponente, por cuestiones de trabajo no pude asistir al menos un día completo como el año anterior. Sin embargo la experiencia como expositor fue harto interesante.
De inicio, tuve que llegar a la oficina debido a un reunión que se agendó antes del medio día. Malo, malo, malo. Todavía venía con la presión de probar por enésima vez los demos que iba a presentar. Como sea y como fuera, la reunión se fue como agua y tuve alrededor de una hora para repasar y probar la presentación y los demos y hasta para avanzar algo con la presentación del viernes que iba a presentar Gustavo.
Al llegar mi hora límite, agarré todos mis tiliches y me fui. Tomé el metrobus en Insurgentes y me fui menseando por todo el recorrido hasta llegar a la terminal. Me saltaron los ojitos cuando ví un Starbucks cerquititita de la estación pero recorde mi intención de no tomar café para no ponerme más nervioso. Sin embargo, la panza reclamó lo suyo y pasé al Burguer King que está a lado. Sin prisa pero rápido (no puedo evitarlo) comí mi hamburguesa y salí para recorrer el tramo desde la terminal del metrobus hasta la Facultad de Ingeniería.
El recorrer los extensos jardínes y ver la multitud de chavos y chavas me impuso bastante y a la vez me invadió una vaga melancolía, un sentimiento extraño de "no pertenencia" que me caló muy hondo. Con las manos húmedas y completamente desorientado seguí caminando hacia donde según mi memoria se encontraba la sede, claro, sin preguntar para no notar mi "no pertenencia".
Mi desasosiego se perdió al doblar la esquina y ver de reojo el gran anuncio verde del CONSOL, sin más, me dirigí con la inquietud de encontrar el registro y fanfarrosamente anunciarme como ponente. Fue fácil, estaba a la izquierda de la entrada principal y lo dificil fue conseguir un pedazo de voz para presentarme. En la impetuosidad de mis nervios llegué una hora antes de lo planeado, así que me puse a mensear un rato y a debrayar que hubiera sido de mi vida si la soberbia y ego no se hubieran impuesto. La espera fue larga, más larga que la hora que marcó el reloj, viendo a grupos de alumnos, amigos, amigas, bromear y saludarse efusivamente por la celebración del día.
El reloj marcó la hora pertinente y me acerqué de nuevo al registro para que me ubicaran en el espacio de la ponencia. No lo hubiera hecho. Cuando me llevaron al auditorio me temblaban las piernas y volví a sentir húmedas mis manos.
Era inmenso. Y practicamente vacío.
Faltaban más o menos 10 minutos para empezar y fui acomodando y conectando mi equipo, arrancando las aplicaciones para perder el menos tiempo posible esperando y el voluntario me preguntó si ya iniciaba. Al mal paso darle prisa. Con una breve introducción me aventaron al ruedo y cuando quede de frente a los espectadores prácticamente se me fue el alma.
En fin, ya estaba ahí. Con una voz vacilante, trémula por momentos (que bueno que no grabé nada) fui avanzando lámina por lámina, exponiendo el tema con algunos titubeos (todavía se me agolpan las ideas) y fui viendo como por partes de fue llenando el auditorio, bueno un poco más o menos que la mitad. Cuando llegó la parte de las demostraciones tomé asiento y definitivamente ahí me desconecté del escenario, simplemente era yo platicando lo que iba a demostrar y me fui explicando todo.
Algunas preguntas cayeron, las respondí lo mejor que pude. Seguí con la segunda parte de la demostración, corriendo los ejemplos en Linux (ahora si funcionaron) y cerré solicitando a la audiencia que me acribillara con preguntas. Afortunadamente no me fui en blanco y encontré a más de dos asistentes que me cuestionaron con varios puntos.
Di las gracias, me entregaron mis obsequios y me salí.
Me alcanzaron algunas personas y estuvimos comentando sobre el tema y cosas relacionadas. Y aún me di tiempo para asistir a dos conferencias más, platicar con algunos de los asistentes e intercambiar pato-aventuras con varios de ellos.
Finito.
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