sábado, marzo 10, 2007

Sábado Distrito Federal

Al incipiente joven le encargaron de tarea la visita de dos bibliotecas de la otrora magna Ciudad de los Palacios, la región más transparente del aigre... la Excelsa Ciudad de México, la ciudad de la (des)esperanza (mote perredista).

Pues como buen padre (bueno, alguna vez tenía que fingir) acompañe a mi vástago, obviamente después de atender algunas actividades harto importantes.

El recorrido inicio en la rete aburrida de todos los días al trabajo. La diferencia la encontré al quedarme en la estación del metro Balderas y llegar caminando a la Biblioteca México (así, en mayúsculas). Harta gente, harto chamaco, pura hormona de dos patas.

A mi impetuoso hijo (hijo de tigre, pintito) le acicaté pa'que empezara con los deberes que le fueron encomendados. E iba de un lado a otro preguntando y poniendo cara de víctima. Por fin conseguimos entrelazar ideas y obtener lo que le encargaron.

El tiempo fue nuestro rival y salimos en friega buscando la segunda Biblioteca que visitar, la del Congreso (aquí no debiera importar la mayúscula). Llegamos casi al cierre, gracias a la bondad de una de las personas nos permitieron recopilar el mínimo de información que m'ijo necesitaba, pero esta es una de las Bibliotecas a las que he de volver con más tiempo. Hermosa. Pequeña pero hermosa, con unos grandes estantes para recargar los libros, supongo que los antiguos monjes (por que es un edifico eclesiástico) trabajaban ahí copiando manuscritos (como en "El nombre de la rosa"). Ya habrá tiempo.

Sin embargo, tuvimos que regresar a la México para completar el trabajo que le encargaron. Una consulta sobre el número de hablantes de lenguas indígenas categorizadas por estado. Fácil ¿no? Pus ¡NO!

Primero, encontrar que libro nos pudiera dar la información... Hhhmmm... ¿por dónde empezar? ¿Lingüistica? Tal vez.... Nada... ¿Pueblos indígenas? Puro material explicando que son pobres por weyes y rejegos. ¿Censos? 'uta madre... espero que no se lleven las hojas al baño :O

El chiste es que no fue nada fácil. Encontramos referencias, no encontramos libros.

Nos salimos y fuimos a comer y luego a caminar sobre Reforma de la Diana hasta casi el cruce con Insurgentes. En el camino fuimos viendo la exposición de bancas. No había tenido tiempo de verlas y también le fui contando algunos episodios de como fue que conocí a su mamá, el edificio que fue donde trabajabamos, la acera de Reforma que nos sirvió de confesionario de amor, lugares que frecuentabamos.

Nos dirigimos a la glorieta de Insurgentes y tuvimos una charla pendiente (no fue la de las florecitas y los animalitos) y finalmente aterrizamos en un café interne', donde en menos de cinco minutos encontró la información que buscaba.

Amo los libros. De verdad. Me emociona entrar en una biblioteca y sentirme rodeado de miles de volúmenes, de autores, historias y datos. De todo ese conocimiento y experiencia vertidos en blanco y negro (y a veces a color). Pero, creo que debe existir una manera más dinámica de encontrar la información en esos libros, una manera que expanda nuestra capacidad de búsqueda. Sería fantástico tener indexados todos esos libros, poder consultarlos digitalmente y solamente "copiar" lo que se necesita, sin fotocopiadoras, libros maltratados, falta de material y demás deficiencias que encontramos en nuestras bibliotecas. Sería fantastico que andara equivocado y que el baño no estuviera ocupado.

Ha sido un día fuera de lo normal. Espero él así lo recuerde.

Finito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que chido día pasaron tu hijo y tú! Seguro él se acordará de eso durante toda su vida. :)

En cuanto a lo de tener la mano la información que ya existe, pero no está digitalizada, coincido: a veces un dato (relativamente) sencillo no es posible encontrarlo en la red.
Saludos!!

ChilliCoder dijo...

¡Gracias MarthiuX!
Como padre espero que así sea. Fue un día excepcional por que casi nunca pasamos juntos tanto tiempo. A pesar de que es muy callado disfrute estar con él y ver como se comporta. Me encanta ver como se desenvuelven mis hijos.
Es el afán necio de dirigirlos y el descubrimiento de que son una persona única fuera de mí y mis manías. Paradójico